domingo, 9 de octubre de 2011

Aquellos maravillosos ochenta!

J.J. Abrams ha llegado a mi mundo audiovisual para quedarse. Mis titubeos con este artista empezaron con ‘Felicity’, una serie juvenil que seguí apenas algunos capítulos. Al cabo de un tiempo llenó mis horas televisivas una espía en toda regla, ‘Alias', aunque debo confesar que no degusté la obra hasta años después. Y que decir de ‘Perdidos’ o ‘Fringe’, poco más que obras maestras. No voy a negar ni obviar que en el histórico trabajo televisivo que ha llevado a cabo Abrams hay también bastante material que me ha decepcionado y aburrido en gran suma. Pero en este terreno no desespero a la espera de recibir y disfrutar los próximos estrenos de ‘Alcatraz’ o ‘Person of Interest’.

Pero estoy aquí aporreando las teclas para hablar de la faceta cinematográfica o mejor dicho del último estreno como director de Abrams. El primer sentimiento que aflora en mi piel al adentrarme en ‘Super 8’ es la nostalgia de un tiempo pasado, de una infancia repleta de cine ochentero, al de aventuras juveniles por doquier.


Muchos elementos destacan y caracterizan este film para conseguir, para gran alegría de mi generación, un estilo fílmico ochentero que viste todo el metraje. Los protagonistas son los niños, tanto dentro como fuera de la pantalla. Una pandilla de amigos con unos arquetipos de personajes muy estudiados y bien dibujados conduce la narración: el chico gordo que hace de director de cine, un gafotas algo empanado, el típico con ortodoncias metido a zombi y también un tanto terrorista, el chico sensible enamorado de la chica, etc. Con ellos la inmersión es total a un mundo de aventura que nos trae viejos recuerdos de adolecentes soñadores. Pero también hay brechas dirigidas directamente a los espectadores adultos con toda una retahíla de objetos frikazos que nos emocionan y buscamos en las habitaciones de los chicos: las referencias a ‘Lost’, el monstruo del lago negro, H.P. Lovecraft, Robert Crumb, objetos de ‘Star Wars’, cómics, etc.

Otro elemento a destacar es como se plasma una realidad podríamos llamarla psicosocial: los adultos no escuchan a los niños y eso no conduce nunca a nada bueno. De hecho los mayores serán eliminados cuando agreden los sentimientos de los niños. Y que decir de Elle Fanning, auténtico descubrimiento del film, en cada uno de sus planos borda una actuación soberbia. ¿Alguien se apuesta que una de las nominaciones a los Oscars de la película será para ella?

Muchas más cosas pueden contarse de esta, para mí, obra maestra, como la grandiosa música del gran prodigio de nuestro tiempos Michael Giacchino; la controversia con cierto personaje monstruoso, mucha gente le ha dado mucha importancia, pero a mi entender es un mcGuffin hitchcockniano para adentrarnos realmente a la verdadera esencia de la película, que no es tanto una película de monstruos y sí un filme iniciático de lo que es realmente hacerse mayores para los niños. Pero mis últimas palabras sobre ‘Super 8’ es para destripar los primeros minutos de esta película, pero cinematográficamente hablando, no os asustéis. Con la boca abierta me quedé nada más empezar la proyección cuando Abrams, en tan solo un plano y un movimiento de cámara, transmite más que la totalidad de metraje de muchos directores pseudo-cultos que pululan por los cines de nuestro barrio.

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